Destellos en la Oscuridad - Ricardo García Vilanova

Sangre, muerte y destrucción. Un menú ya demasiado manido para la fotografía de guerra que obliga a cualquiera que mire estas imágenes de Ricardo García Vilanova de forma mínimamente crítica a preguntarse el porqué de las mismas.

¿Es que los periódicos solo quieren este tipo de fotografías? ¿Es que la guerra en Siria es tan atroz que solo se dan estas escenas? ¿O es que trabajar en Siria es tan peligroso que prácticamente es imposible ejercer una labor periodística que aporte algo más?


Quizás haya que responder afirmativamente a las tres cuestiones, pues muy posiblemente estos son los motivos de la aparente falta de variedad en torno al casi medio centenar de fotografías que pudieron verse en el céntrico Palau de la Virreina barcelonés. Y es que un puñado de escenas podría resumir perfectamente toda la muestra.


Un médico que intenta salvar la vida de un niño -o un adulto- en una camilla improvisada y repleta de sangre, un combatiente en el frente que dispara su Kalashnikov a través de una grieta mientras un compañero suyo mira a cámara (con la necesidad de un retoque obvio para sacar detalles importantes en las sombras), primeros planos de niños en manifestaciones (los adultos pedían no ser retratados por miedo a represalias), escenas de sentido luto tras un bombardeo, desolados paisajes urbanos que muestran una ciudad tan destruida como homogénea… Y poco más.


Si bien es cierto que de Siria hay otros trabajos que cubren otros aspectos, el valor de las fotografías de García Vilanova y de la muestra “Destellos en la oscuridad (Siria, 2011-2015)” hay que buscarlo en el documento propiamente dicho y en el hecho de que el catalán fue el único fotoperiodista que lo cubrió desde el inicio infiltrado en las primeras manifestaciones de la primavera árabe del país.


Tampoco se puede pasar por alto la implicación del fotógrafo catalán con la población siria que aparece en sus imágenes. El uso del gran angular y la cercanía física al sujeto lo sitúan en el centro de la acción de unas escenas muy tensas y de alto estrés emocional. A una posición tan privilegiada como periodista solo se llega mediante una gran dosis de empatía y aceptación, y de hecho García Vilanova estableció relaciones personales con favores recíprocos que fueron más allá de la clásica interacción entre fixer y periodista.


Si desarrollar la labor de periodista gráfico en un escenario como el sirio ya es de por sí difícil, sorprende gratamente descubrir los diez vídeos que García Vilanova grabó en 2012 (alguno emitido por la CNN) y que muestran la situación de terror y desesperación sufrida principalmente en Alepo.


En agosto de ese mismo año García Vilanova se atrevía con la pluma y acompañaba sus fotografías con un texto que publicó en La Vanguardia: “[Alepo] era una ciudad con vida, ahora es solo una sombra de lo que fue. La mayoría de la gente se ha ido, y la que queda anda deprisa por las calles, mirando al cielo constantemente para tener el tiempo suficiente, si llegan los helicópteros, de entrar en un portal, al menos una oportunidad de sobrevivir. Los bombardeos se suceden cada día, a cualquier hora, pero aún hay gente que se resiste a irse.”


Hace un año, el 16 de septiembre de 2014, García Vilanova fue secuestrado por el Estado Islámico junto al periodista Javier Espinosa en un paso fronterizo con Turquía, al norte de Siria. Su cautiverio de 194 días puso nombres y apellidos a una historia que se viene repitiendo desde hace ya varios años.

Dibujo realizado por Aman, una niña. En él representa lo que significa vivir en guerra. 

Siria ocupa desde 2011 uno de los últimos cinco puestos en la clasificación mundial de la libertad de prensa elaborada por Reporteros sin Fronteras, y las cifras que publica esta organización ponen los pelos de punta: en los últimos cinco años el número de periodistas muertos en el conflicto asciende a 46, mientras que otros 10 han sido encarcelados. Elperiodismo ciudadano se ve incluso más afectado: 136 muertes y 16 encarcelamientos.

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